El Poeta
En el armazón efímero del día, la cal y el canto
sobre el timbre de mi voz, sobre mis huesos;
aquí, ahora mismo, después, ya antes,
libro batallas inútiles. Pero decidme cómo es el canto,
la rueda del tiempo, lo espacioso del aire; sí, decidme.
La contemplo en el valle, en el valle imaginario de mis ojos,
su sexo ardido en la memoria, el talle que amé tan de amanecida.
La contemplo en el sueño que prorrumpe en la noche, y ya no está,
no es más que una sombra en el dormir, una despedida siempre.
Siempre de despedida, una muerte sembrada en el pecho, un cuerpo oscuro
                                                                                                                            sin beso y sin abrazo.

Francisco Aranda

Málaga, a 1 de febrero de 2015

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